El hecho de contrariar los dos conceptos te hace pensar: ¿entonces qué? 
He tenido el mejor maestro, el que me ha dicho que no importa lo que hagamos, o lo que sintamos, todo acaba donde y como tiene que acabar. El tiempo es el dictador y eso nos deja como los dictados, siervos del concepto de Dios.
¿Entonces qué? ¿Vamos esperar con la indiferencia y la euforia alternándose o no? Seamos humanos y, de ello, creativos, espontáneos, dramáticos, extraños, ruidosos, impacientes, "listillos" que van más allá de cualquier concepto que se pueda adorar. Aquí un defensor iluso de que la vida hay que vivirla, que hay mucho que errar por delante, romper cualquier barrera de creencias, hacer cosas que has jurado que nuca harías, caer, levantarme, y volver a hacer una y otra vez lo mismo. Porque es verdad lo que tú dices, el tiempo manda, y nada más cierto. Pero yo elijo. Euforia gana, y con ella nosotros. 
